Kvaratskhelia: Sísifo en el frío de Valladolid

Creo que es habitual que la gente vaya a un estadio a ver al equipo más afín. A animar a los jugadores que han conseguido tejer un vínculo con sus vidas. Por cercanía, por familiaridad, por colores, por tradición. La ilusión es alimentada por aquellos que quieren luchar con los colores del equipo que nos representa, incluso sabiendo que lo hacen por dinero. Lo de las selecciones va por otra ventanilla, pero funciona igual. Entrar al José Zorrilla fue un viaje más largo de lo que suele ser encontrar las gradas del estadio del equipo de mi ciudad. El morado había prestado su sitio al rojo y los aficionados se agolpaban en torno a los asientos que, otrora, ocupaban pucelanos con ganas de seguir luchando en Segunda División por un ascenso soñado.

Esta vez, el partido iba de celebración, de los colores de una selección española que no pisaba Valladolid desde 2006. Entonces el Pucela también estaba en el segundo escalón del fútbol español. En esa ocasión fue contra Costa de Marfil, que cayó por 3-2 ante la ‘Roja’ (cuando aún no era la ‘Roja’). Los goles locales cayeron en los casilleros de Villa, Juanito y Reyes. Los del equipo visitante, en los de Keita y Kalou. Esa España ganó en Valladolid ante Drogba, Koné o Yaya Touré. Esa España de Luis Aragonés, que vivía ya en torno al debate de la presencia de Raúl y de su ‘rivalidad’ con David Villa. Una selección que muchos recordarán con sólo mentarla, aunque no quieran acordarse de si eran de los que criticaban o de los que animaban, poco tiempo antes de volver a ganar una Eurocopa desde 1964. Ese primero de marzo del año 2006, Lamine Yamal aún no había nacido, pero el gran líder rival este domingo, Khvicha Kvaratskhelia, apenas tenía cinco años.

 

La desolación de verse otra vez fuera, con una imagen más apagada que ilusionante, recae en el cuerpo y el ánimo de un georgiano que vio cómo España le daba y quitaba todo lo que deseaba

 

El objeto de interés en el bando contrario tiene un apellido impronunciable y la intención de que no te olvides de cada acción en la que intervenga con el balón. En la que tiene, casi siempre, consigue liarla. Astuto, casi tan veloz de piernas como de mente, el ‘7’ georgiano se transforma en el principal atractivo georgiano desde el momento en el que rueda la pelota por el césped. En esta Georgia de Willy Sagnol que visitó Valladolid, era el único elemento por el cual la gente podría fijarse más en el rival que en el equipo nacional español. Las jugadas de ‘Khvicha’ consiguen alterar las emociones entre el rutinario control español, como los cánticos de los georgianos desplazados a veces logran aparecer en el aire del estadio de la pulmonía. La temperatura en Napoli se asemeja a la de España, pero en Valladolid esa noche hace frío. En la ciudad italiana es donde el extremo georgiano pasa la mayor parte de su vida desde que en 2022 De Laurentiis lograra un fichaje que daría que hablar de manera casi inmediata. Desde el desconocido campeonato georgiano y con la guerra de Ucrania como telón de fondo, ‘Kvaradona’ entró de lleno en el día a día de la élite del fútbol.

El jugador de Tiflis es el que ha empujado con más insistencia para hacer posible que esta Georgia fuera más de lo que ha sido. Un líder elegido por talento, por la inspiración de su superioridad en el terreno de juego. Como cuando de niños sabemos instintivamente a quién debemos darle la bola. Sólo emparentado su liderazgo al del gran Kashia, líder de brazalete, trayectoria y experiencia en la defensa georgiana, Kvaratskhelia es el elegido. Un líder que se tendrá que enfrentar de nuevo al poco éxito de su empresa. La desolación de verse otra vez fuera, con una imagen más apagada que ilusionante, recae en el cuerpo y el ánimo de un georgiano que vio cómo España le daba y quitaba todo lo que deseaba. Si bien un gol suyo lo puso en la cresta de la ola hace apenas dos años, los encuentros frente a los españoles en la clasificación europea los empujaban sin remedio a a promesa de volver a intentarlo la próxima vez.

 

Kvaratskhelia fue para Georgia en esta fase de grupos previa a la Eurocopa de 2024 como un Atlas rendido. Sólo la honra de haberlo intentado quedaría en el recuerdo de su paso este domingo por tierras castellanas

 

En los gestos de Kvaratskhelia tras el estéril gol del empate en la primera mitad se atisba la intención de volver a dar que hablar y de ser para los georgianos el héroe necesario. Animando a los compañeros en un corrillo improvisado, alienta a no rendirse, a darlo todo. La celebración se convierte en una charla antes de la batalla final. Se nota su intención de comandar al equipo con su velocidad, su regate y su acierto de cara a portería. No rehúye ser el líder de una selección que no consigue carburar como cabría esperar antes de que empezara la fase de clasificación. Lejos de ser una selección llena de grandes estrellas o que entusiasme por su fútbol, Georgia se empeñaba en hacerse notar a través de la entrega y de las pinceladas de talento de un puñado de jugadores de nivel y un solitario actor sobresaliente. Kvaratskhelia fue para Georgia en esta fase de grupos previa a la Eurocopa de 2024 como un Atlas rendido. Condenado a dejar caer el peso del mundo en el césped de Valladolid, cuando sólo la honra de haberlo intentado quedaría en el recuerdo de su paso por tierras castellanas.

Se suele hablar poco de las figuras que, con más o menos suerte, quisieron en su día ser parte de algo grande que regalar a sus compatriotas. Si bien es cierto que la gesta de meter a Georgia en una Eurocopa hoy en día era un trabajo digno de Hércules, Kvaratskhelia había demostrado poder aceptar labores complejas, habiendo sido ya en Nápoles uno de los guías que convirtieron al equipo celeste en nuevo campeón de Italia, con la figura de Maradona siempre en el recuerdo. El desasosiego de no llegar a serlo para Georgia le caerá en los hombros como un peso duro de llevar, hasta que otra fase de clasificación se deje ver en el horizonte para tratar de caminar otra vez hacia una nueva meta. Con una nueva mirada asesina, cargando la voluntad de un líder solitario, como Sísifo volviendo a la tarea sabiendo que es su deber. Con compañeros, ilusiones y ambiciones nuevas para volver a intentarlo, sabiéndose responsable de renovarlas una y otra vez.

 


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Fotografía de Getty Images.

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